martes, 23 de junio de 2009

EL TIEMPO ORDINARIO

Todo el tiempo del año solar que no está comprendido ni en la Pascua, con su tiempo de preparación: Cuaresma, ni en el tiempo de Navidad, con su respectivo tiempo de preparación: El Adviento, es lo que llamamos, TIEMPO ORDINARIO. Por la fecha de la Pascua, obliga a que el este tiempo sea vivido en dos partes, una anterior a Cuaresma, que no llega a ser superior a ocho semanas, y otra posterior a Pentecostés que abarca alrededor de 26 semanas, o sea 34 Domingos. Por tanto, de las 52 semanas que se forma un año solar, 34 son del Tiempo Ordinario, mientras que las 18 restantes se reparten así: 6 de Cuaresma, 7 de Pascua, 4 de Adviento, 1 de Navidad. Esto nos hace notar que el Tiempo Ordinario, no es tan ordinario, y que no significa lo “cotidiano” o “rutinario”, sino que se contrapone a los tiempos fuertes.
Este Tiempo, también llamado en latín “Per annum” (para el resto del Año), tiene una riqueza propia y unos valores interesantes que también cuentan en la vida espiritual. Quisiera acentuar tres aspectos importantes:
1. El Tiempo Ordinario responde sencillamente a la vida normal. Es bueno que después de un espacio de fiesta siga otro más sencillo. No todo el año puede ser Pascua ni "ejercicios espirituales". En los tiempos fuertes se puede decir que nos vemos "obligados a celebrar" y hay "el deber de ser felices" (feliz Navidad... feliz Pascua). Ahora celebramos nada más y nada menos: que somos cristianos, que formamos la comunidad de los salvados y vivimos la vida como continúa historia de salvación. Los domingos verdes son los días en que sólo pasa eso: que es domingo.
2. El Tiempo normal es también el tiempo de la maduración. Acabamos de celebrar el misterio central: la Pascua. Y seguramente lo hemos hecho con intensidad y acentos de fiesta. Pero ahora se nos ofrece un espacio tranquilo para ir asimilando ese misterio de Cristo. No es un tiempo estéril: la semilla da frutos en la tranquilidad. Una cosa es celebrar festivamente la Pascua y otra vivir la Pascua que es lo mismo que vivir el Evangelio en la vida de cada día, interiorizando, madurando en el misterio de Cristo.
3. Estos meses de Tiempo Ordinario nos invitan a vivir el misterio de Cristo en su totalidad. La Navidad nos hizo celebrar la Encarnación y sus primeras manifestaciones. La Pascua, el misterio de la Muerte y de la Glorificación del Señor. El Tiempo Ordinario nos va presentando pausadamente la vida, las palabras, los gestos, la persona de Cristo, y así va iluminando nuestra existencia e interpelando nuestra vida cristiana.
Por eso, llegar al tiempo ordinario es estar en el tiempo del testimonio. Yo diría que en este largo tiempo lo principal es llevar el culto fuera del culto, centrarse más en la vida hacia afuera, que en la vida hacia dentro, porque hemos de salir de nosotros y vivir prácticamente, dentro del propio ambiente de vida, el espíritu recibido en el culto para poder testimoniarlo de palabra, pero sobre todo de obra. Este tiempo, nos ayudará a profundizar y desglosar el total misterio de Cristo que en los otros tiempos fuertes es considerado intensamente cada uno de esos misterios. Vivamos con intensidad este Tiempo Litúrgico que la Iglesia nos propone, y maduremos como comunidad cristiana caminando bajo un mismo ideal. (Octavio Rosas Figueroa).

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